El Real Madrid gana al Xerez por 0-3

Arbeloa hizo ayer una reivindicación en favor de las hormigas trabajadoras, los chicos formales y los laterales derechos, gremios históricamente ninguneados, cuando no pisoteados. Porque aunque el marcador sugiera una cómoda victoria del Madrid, fue él quien derribó el muro del Xerez y acabó con la intriga, que la había.

Su gol propició todo lo demás: el par de Cristiano, las dos asistencias de Kaká y la felicidad visitante. Y nadie lo hubiera imaginado, porque de entre todos los madridistas sobre el campo (de boniatos), y exceptuando por razones obvias a Casillas, Arbeloa parecía el futbolista con menos opciones de marcar. Ni su puesto le aproxima al área contraria ni sus virtudes resultan tan agudas como para acercarle al gol.

Sin embargo, sucedió. Con el partido bloqueado, Arbeloa tuvo el atrevimiento de lanzarse a un loco contragolpe banda arriba. En cierto modo, aquello fue como la escapada de Cenicienta al encuentro del príncipe, ustedes recordarán. En este caso Granero ejerció de hada. De hecho, su pase tenía poderes mágicos porque fue despejando el camino de enemigos. La verdad del caso es que nadie creyó en Cenicienta y de su avance sólo preocupó el pase al delantero, porque todo el mundo sabe que Arbeloa, chico bueno, no dispara. El bang sorprendió a los defensas cubriendo a Higuaín y a Renan vencido hacia el centro, desnuda media portería.

Y niego la posibilidad de la casualidad o del pase que se envenena. Hubo engaño. Arbeloa primero oteó para centrar, pero luego sostuvo la mirada para advertir que este era su cuento. Y chutó para marcar. Después, como corresponde, lo celebró por todo lo alto: por las hormigas, por los muchachos formales y por los laterales diestros.

Finiquito. En ese preciso instante se extinguió el Xerez. Durante una hora había mantenido el pulso al Madrid, incluso había disfrutado, en la primera mitad, de buenos ratos de dominio. Hay que admitir que su interpretación del partido había sido impecable: morir por el balón y, si se deja, disfrutarlo. Momo dispuso de dos oportunidades casi calcadas, pateando desde el segundo palo, siempre alto.

En esa primera hora y ausente Higuaín, el Madrid, escasito de juego, sólo respondió con Cristiano, dos remates de cabeza. Por no incidir en un penalti a Granero y varias manos que interceptaron la pelota en el área local.

Agua pasada. Cinco minutos después del gol de Arbeloa, Kaká controló junto a la línea de fondo, sector derecho, y desde allí asistió a la cabeza de Cristiano, que atacó el balón como si fuera un calcetín enrollado. Segundo gol.

El tercero llegó al siguiente suspiro. Cristiano quiso devolver el favor a su compañero con un pase en profundidad que necesitaba de una liebre y Kaká no lo es. No obstante, el brasileño corrigió con habilidad su falta de sprint; domó el balón, se rehizo y volvió a asistir a Cristiano, cada uno en su papel.

Lo demás fue chupar el hueso del jamón. Raúl salió para probar como futuro centrocampista, Pellegrini protegió a Xabi y Kaká y Drenthe, ya al final, acarició el cuarto tanto. Pero la gloria ya estaba repartida. Y era para Arbeloa, buen chico y gran gol.

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Fuente: As.com

Noticia enviada por: Cop

Noticia publicada: 14-02-2010

Noticia En Fútbol vista: 1954 veces

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