Racing - Barcelona ( 1-4 )

Volvió el Barcelona a resolver por la vía del cloroformo y volvió su partido, como ante el Atlético porque el equipo de Guardiola no distingue rivales, a terminar demasiado tarde por hora y demasiado pronto por la realidad de lo que acontecía en el campo, esta vez El Sardinero, que asintió silencio e impasible a la exhibición de la escuadra de un Guardiola por una vez tímido en cuanto a rotaciones: volvieron Puyol y Abidal por Chygrynskiy y Maxwell, siguió el descanso para Touré y la dosificación de Iniesta y se repitió la delantera Henry-Ibrahimovic-Messi.

La alineación en sí era un mensaje que se sumaba a las palabras de Guardiola, descontento por las sensaciones de una franja del triunfo ante el Atlético, seguramente también consciente de que su equipo había estado diligente pero menos brillante de lo habitual -que es el grado máximo- en las victorias ante Sporting y Getafe. Quizá en parte por eso el Barça fue esta vez el Barça desde el saque inicial. Quizá también porque con las jornadas vuelve el rodaje y el funcionamiento se afina e incluso porque el Racing, tan guerrero tantas veces en su feudo, jugó esta vez apocado y entregado, rendido a su suerte y a su inferioridad pese a venir de amasar puntos de oro en el Calderón y La Rosaleda.

El Barcelona fue el Barcelona y el partido un suspiro, lo que tardó la timorata muralla cántabra en saltar por los aires. Bastó media hora para el 0-3 y el primer tiempo para dejar impresión de rondo y un escandaloso 71% de posesión para el equipo azulgrana, que encimó a su rival, robó rápido, combinó con fluidez y jugó a un ritmo mayor que el de sus días pastosos y más parecido al de su habitual disciplina de concentración y calidad. Dominó de forma dictatorial y ejecutó en cuanto tuvo ocasión. La secuencia fue demoledora para un Racing aterrado: en el 19 Ibrahimovic remató con todo comiéndole el terreno a un Henrique que no hizo precisamente un partido para hacer cambiar de opinión a Guardiola. Cuatro minutos después Messi marcó el segundo con su exquisitez habitual, quiebro y remate ajustado después de que Ibrahimovic, cuatro goles en cuatro partidos, rozara el quinto con un remate al palo y antes de que el sueco dejara uno de los lujos del partido con un taconazo dentro del área y rodeado de defensas que habilitó a Piqué para que éste marcara el tercero, cerrara el partido y demostrara que aunque jugó con vendaje de defensa clásico en la cabeza se está convirtiendo en lo más parecido a la perfección del zaguero moderno.

Con 0-3 en el marcador, El Sardinero congelado y el Racing en la lona sin capacidad de reacción, comenzaron los rondos y la dosificación del Barcelona en lo que es otra forma de entender la política de descanso, en vez de rotaciones muchos minutos de relax. Hasta el descanso apenas hubo espacio para un par de sobresaltos para la afición azulgrana: ver a Messi en el suelo con la mano en la rodilla o a Ibra recibir una tarjeta por luchar con vehemencia por un balón, incluso asistir a un gol bien anulado por fuera de juego de Messi aunque el remate en propia puerta fue de Morris.

Susto de Ibra y obra de arte de Messi

El descanso no fue mentiroso y entregó el cuadro, en realidad un bodegón, que era más previsible. El Racing salió a minimizar daños y descontar minutos y el Barcelona a guardar fuerzas y controlar el partido desde el trote. Cosas de un calendario brutal que aconseja reducir las exhibiciones a las dosis justas y necesarias y, colorín colorado, pensar en la siguiente jornada de faena. Para empañar la felicidad completa en la órbita culé, Ibrahimovic se torció el tobillo y se fue del campo por precaución aunque sin enviar un mensaje gestual especialmente alarmante. Mientras estuvo en el campo, dejó una impresión cada vez mejor en lo físico y en la participación en el sistema del equipo, enseñó hambre y clase, un gol de cazagoles y una asistencia de genio.

También hubo minutos de asueto para Piqué -volvió Márquez- y Messi, que dejó su sitio a un Iniesta que sigue con su calculada reinserción en la dinámica del equipo. Pero antes de irse del campo, el delantero argentino dejó un gol para enmarcar con un slalom en paralelo a la frontal y un remate a la escuadra. Su quinto tanto en cuatro partidos, que son tres porque no estuvo en la goleada inicial ante el Sporting. Una actuación impecable enmarcada por la ovación de la grada cuando se retiró.

El Barcelona no tenía nada más que decir más allá de los desmedidos nervios de Alves o el opaco interés de Henry, que sabe que es la estrella que menos brilla en el arranque de temporada y busca unas sensaciones que todavía no aparecen. El final del partido, por lo demás, dio aire al Racing, aupado por la evidente relajación del Barça. Hubo un par de llegadas que espabilaron a la afición local y un gran gol de Serrano, que remató seco a la escuadra y dio algo de honra a una derrota implacable ante un rival más que en otra categoría está en otra dimensión.

El pitido final puso el lazo a un partido que había acabado casi una hora ante o del que casi se podría decir que nació muerto, decantado hacia el lado de un Barcelona que marcha implacable devorando rivales y jornadas sin síntomas de empacho. Doce puntos de doce en un espléndido arranque que retrotrae a los tiempos de Rivaldo y Luis Enrique (97/98), que no eran malos pero que no tienen desde luego parangón con estos en los que el Barcelona es una máquina implacable que colecciona goles, victorias, puntos y elogios. Y que suma y sigue, siempre suma y sigue...

Fuente: As.com

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Noticia enviada por: Cop

Noticia publicada: 23-09-2009

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