Todos deberían aprender del ciclismo.
No seré yo, evidentemente, quien salga públicamente a defender a los ciclistas que a lo largo de estos años se han dopado y que, con sus trampas, han ensuciado un deporte tan hermoso.
Sí quiero decir, sin embargo, y muy alto, que ojalá todas las federaciones deportivas y todos los organismos, tuvieran el mismo nivel de exigencia y la misma pulcritud a la hora de aplicar los controles que está teniendo el ciclismo. Sólo en el atletismo se han aplicado con idéntica severidad y rigurosidad.
Pero me encantaría que los análisis de sangre, los controles por sorpresa, se hicieran, por ejemplo, sin ir más lejos, en el fútbol, en la Fórmula Uno, en el baloncesto... No pido que se inicie una caza de brujas, pero sí tratar a todos los deportistas de élite por igual. Y en este país, como en muchos otros, no se hace. O al menos, no con la profundidad debida. Por lo tanto es un error decir que el ciclismo es un deporte sucio. Es el más limpio de todos, porque lucha son sinceridad y transparencia para que sea así.
Dicho esto, también me gustaría denunciar el exceso de celo que la policia francesa pone a la hora de tratar a los ciclistas acusados de dopaje. Ayer veíamos las fotografías de Cristian Moreni, el ciclista italiano del Cofidis, salir de su hotel esposado como si fuera un vulgar delincuente. ¡Eso no se hace, hombre! Fue una medida desproporcionada y hubiera bastando con interrogarlo y dejarlo en libertad con cargos. No me entraría en la cabeza ver a Pep Guardiola esposado cuando en Italia se le acusó de consumir nandrolona o al tenista argentino Guillermo Cañas, que cumplió una severa sanción, pasar unas horas en comisaría.
Tratar a un deportista de élite igual que a un chorizo o a un criminal es pasarse tres pueblos. Es verdad que Moreni, o Vinokurov, han traicionado al deporte, han roto sus reglas, pero se han hecho daño a ellos mismos. Ni han puesto una bomba ni han atracado a nadie. Les basta con la vergüenza que pasan...