UEFA Champions League
Final. El momento soñado desde que empezamos con este proyecto. Todo nuestro trabajo fue en busca de este objetivo. El rival era el poderoso
Arsenal, el actual mejor equipo del mundo. Con este rival nos habíamos enfrentado en la fase de grupos y nunca le pudimos ganar. Fue una derrota ajustada en el partido de ida y un empate en el de vuelta.
Pitazo inicial. Los nervios eran indescriptibles. Sacamos nosotros.
Ribeiro tocó para
El-Arabi, quien la jugó para
Heycory. Rápidamente abrimos la cancha. Encaramos por izquierda con
Stilic. El 10 encontró un hueco, metió el pase en profundidad y
Shimizu, que se encontraba en el área, ni miró el arco. Definió casi de espaldas y la pelota se escapó de las manos del arquero. Sí, gol del
NYC United en tan sólo ¡
3 minutos!. Inesperado comienzo, sin dejar que el rival siquiera tocara la pelota.
Es sabido cuanto sufrimos una vez obtenida la ventaja. Tratamos de mantenernos firmes y casi lo cumplimos. Digo "casi" porque tan sólo diez minutos después, en una jugada que parecía perdida,
Rooney encontró una pelota que quedó picando afuera del área y, con un bombazo, la clavó en el palo derecho de
Muslera. El empate llegó rápido, la alegría duró poco.
El partido se mantuvo muy parejo. Ninguno de los dos pareció acrecentarse con sus respectivos goles y se disputaron la pelota en la mitad de la cancha. Alguna que otra jugada de poco peligro y poco más para cerrar un primer tiempo de mucha tensión.
El segundo tiempo estaba destinado a tener emociones fuertes, sólo que no lo sabíamos. Poco y nada pasaba hasta los
63 minutos, cuando
Walcott recibió un centro a ras del piso por derecha y tan sólo tocando el balón la mandó adentro del arco. Situación complicada para el
NYC United con este
2-1 que asustaba, y mucho. Para colmo de males, el equipo parecía no encontrar respuestas futbolísticas.
Pero a los
75 minutos llegó la tranquilidad.
El-Arabi desbordó por derecha y un centímetro antes de cruzar la línea final llegó a mandar un centro corto sin destinatario claro. Para nuestra fortuna, la pelota encontró un destino fijo: Nuestro 10
Stilic quien, casi cayéndose, impactó la pelota al palo derecho del arquero.
2-2 y algo de aire.
A partir de allí fue más miedo que otra cosa. Tratamos de cubrir los espacios y no cometer errores. Sin embargo, en los últimos diez minutos creímos tener las armas para apostar por algo más que un empate y salimos a buscarlo. Mala decisión, muy mala. A los
86 minutos una salida desde el fondo nos dejó muy mal parados. Con poca resistencia,
Rooney aprovechó para sacar una contra letal: Corrió desde mitad de cancha, se metió en el área y definió suave por encima del arquero. Un gol que mataba ilusiones, que rompía corazones. Un
3-2 que dolía en el alma.
Había dos opciones: hacer el duelo y dejar que los cuatro minutos pasaran o levantar la cabeza e ir por el milagro. Por supuesto, elegimos la segunda. Y fuimos para adelante, teniendo más jugadores en la delantera que en ninguna otra línea. Era el todo por el todo, literal.
Minuto 90, el reloj corría a favor del equipo inglés. Con poco más que una mínima esperanza
Belhanda encaró a los defensores. Pasó a uno, a dos y el tercero lo cortó con falta. Tiro libre cerca del arco, la última jugada del partido.
Stilic, el encargado de patear tiros libres y quien, además, tiene muchos goles convertidos por esta vía, tomó la pelota. Las piernas le temblaban. El árbitro pitó y
Stilic tomó carrera. Sacó un derechazo por abajo que rebotó en uno de los hombres de la barrera. La pelota se desvió al corazón del área y, cuando parecía que llegaba el despeje, una pierna salvadora apareció de la nada. Una pierna que pateó la pelota y la colocó en el fondo de la red. ¡GOOOOL!, y desahogo.
Ribeiro, "el animal", aquel chico de la cantera a quien una vez le pusimos la 9 y toda nuestra confianza, aparecía de la nada y convertía de manera heroica para empatar las cosas. Llantos mezclados con alegría, euforia total en las tribunas. En el último segundo, en el último aliento,
Ribeiro empataba las cosas.
La prórroga era algo difícil de creer. Ni el mejor guionista hubiese escrito una película así. Pero había un clima diferente, algo que sólo se percibía en la cancha. Un equipo agrandado, con sed de victoria por un lado y un equipo totalmente destruido anímicamente del otro. Y supimos aprovechar muy bien esto. A los
95' nos quedó otro tiro libre. Y, otra vez,
Stilic se paró frente a la pelota. Misma fórmula: derechazo por abajo de la barrera. Pero, esta vez, el arquero la desvió, la pelota dio en el palo y luego en la espalda del guardameta quien convertía un autogol. Sí,
4-3, aunque pareciera increíble tan sólo unos minutos atrás.
A los
101' comenzamos a creernos campeones, cuando
Ribeiro aprovechó un pase por arriba y, de volea, convirtió el quinto. Y como si fuera poco, casi diez minutos más tarde,
Stilic aprovechó una carambola en el área y, de cabeza, marcó el sexto. Algo había cambiado en el ánimo de los jugadores, estaba claro.
A los
115' Cesc Fábregas convirtió sólo para decorar el resultado, sólo para mostrar que un
6-3 era algo surrealista. Pero no había tiempo para más. El resultado se cerró con el
6-4 y el árbitro marcó el final. Por fin,
¡CAMPEONES DE EUROPA!. La alegría era inmensa. El partido más épico en la historia del club dio como resultado la copa más importante de todas. Orgulloso de este logro.