por ongi » Dom Ene 07, 2007 11:37 am
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Rubinos arma el lío y enreda a osasuna
El árbitro concede un penalti inexistente a la real, osasuna se rearma, domina y golea por medio de Raúl pero en el 88 ve rota su racha por otro gol en posición dudosa
La posesión, a medias. La estadística equiparaba la posesión de balón de Osasuna con la que tuvo la Real. Los dos al 50%. Los rojillos quisieron darle una velocidad al choque que, a veces, resultó atropellada para su circulación de la pelota. Sin embargo, Osasuna tuvo siempre una idea para el ataque, algo que resultaba más vago de adivinar en el debe de la Real, que se valió del pelotazo mondo y lirondo. Kovacevic las peleaba todas.
l Sacudidos a faltas. Es extraño que cuando un equipo domina y manda como Osasuna resulte el más perjudicado en el aspecto sancionador, pero así fue. A los navarros se les señalaron un total de 21 faltas en contra y a la Real se le pitaron 14.
l Bravo, para lo bueno y para lo malo. El portero de la Real reflejó durante el partido todas sus virtudes y desgracias. Se retrató durante los 90 minutos a la perfección. Sacó manoplas volando a la escuadra, se mostró decidido y valiente en varias salidas (le sacó un mano a mano a Webó al final del todo) y, a su vez, fue el causante de que el chut de Raúl entrara en su puerta.
PAMPLONA. Osasuna ofreció unas ganas tremendas, un despliegue bravo, un partido en su sitio, veloz y loco, pero perdió (2-1). Los rojillos se encontraron en Anoeta con un rival voluntarioso y guerrero, que se dedicó a martillear a la defensa a base de balones desde la otra punta del campo en busca de Kovacevic, pero además Osasuna se las tuvo que ver tiesas con un árbitro que lindó la incompetencia, provocó un lío muy gordo y se llevó tras de sí un reguero de mala leche y de pique considerable. No en vano resultó fundamental en la derrota navarra, que también se produjo en gran manera porque Osasuna no la metió entre los tres palos, en gran medida porque Bravo, el portero realista, se disfrazó de hombre montaña. Excepto en el gol, que erró en grueso, sacó balones del cielo.
De vuelta al meollo, la clave más visible, el tal Rubinos, concedió un penalti a la Real en una acción inexistente, un derrumbe de la nada en el minuto 18 y, casi al final, en el minuto 88, se hizo el longuis en un balón al corazón del área que controló Kovacevic y remató Uranga. Ambos estaban más solos que la una por lo que, a todas luces, parecían más adelantados que nadie.
El primer error arbitral arrojó por la borda el mando de Osasuna, que había agarrado el partido por la solapa después de que la Real saliera animada. Un gol así, de ninguna parte, regalado por un pito molesto, destripó a Osasuna que se cogió un enfado de órdago e, ipso facto, contribuyó a un intensivo repliegue de la Real, que se guardó en la madriguera y dejó que Kovacevic se peleara solo por la zanahoria. Se molestó Osasuna con la mosca que le rondaba el oído y el encuentro se saltó las normas y se volvió de esa manera loco, desbravado y abierto. Un derbi, por intenso y metido.
reacción primera Osasuna practicó un rato este fútbol que no le convenía y, al darse cuenta del error, se puso de nuevo en el papel de los últimos días, en el de la imparable racha prenavideña, tocando el balón de una orilla a otra, moviendo las piezas de arriba (Milosevic y Soldado buscaron la pelota por todos lados) y creyendo en Juanfran como turbina por la que correr y horadar. En un centro desde la derecha, Soldado, en una de las posturas que más frecuenta, de volea casi en tijera, estuvo a punto del gol de no ser por Bravo, que mandó el esférico a córner por si las moscas. Antes de eso, la Real se atrevió a asustar con un cabezazo de Kovacevic. Osasuna acabó en el descanso cabreado, por debajo, con un susto y sin el peligro correspondiente al que manda tanto y sabe moverse.
La mala bilis se tradujo tras el descanso en un despligue de fuerzas y un ejercicio de saber estar y esperar. Osasuna volvió mucho mejor y, ya para el 46, Soldado tuvo el empate en el flequillo. Cabeceó solo una falta que sacó Puñal y Bravo voló, literal, para sacarlo. Poco después, en el 50, Nekounam puso de manifiesto la energía rojilla y también metió el susto en el cuerpo a los donostiarras con un disparo raso. Los dos avisos canalizaron la confianza, hincharon al equipo y fueron el anticipo de un empate merecidísimo, que lo consiguió Raúl García en un disparo decidido. El canterano había saltado dos minutos antes, se vio solo en la frontal, a 25 metros, y enganchó un zurdazo que a Bravo le botó antes y se le coló. Fue una pifia en toda regla. O bien, un guiño de justicia.
El encuentro no se salió del cauce dictado por Osasuna, aunque el terco Kovacevic provocara otro corte de digestión en un contragolpe en solitario. Los de Ziganda no se acomodaron y Soldado, en el 63, mandó una buenísima jugada personal al carajo por tirar a romper.
un final atropellado Llegó entonces el momento en el que a la Real ya no le llegaba la camisa al cuello y decidió practicar a ultranza la táctica defensiva. Se sucedieron unos cuantos balonazos, el árbitro y sus líneas intercedieron esta vez a traves de raros fueras de juego, los donostiarras se atrincheraron y así, con el rival allí a resguardo y de vueltas con los nervios, Osasuna no interpretó bien el final. Quizás las ansias resultaron malas. En el rechace de un saque de banda, la media de la Real metió un bombeo al corazón del área cuando la línea defensiva de Osasuna salía y el balón lo bajó Kovacevic y lo coló Uranga. Los dos, allí solitos, daban que pensar, pero Rubinos no es de fiar. A ultimísima hora, Webó pudo arreglar a medias la faena pero Bravo sacó con el pie su remate. Osasuna, por una cosa o por un árbitro, se enredó y no ganó un partido en el que rellenó bien el expediente y no lo remató.
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