¡No afloje, Enano, no afloje!
Vamos Diego, no afloje. Vamos pibe, que usted está acostumbrado a que lo muelan a patadas y nunca, o casi nunca, hay una mísera amarilla para el maltrato. Vea, hay madrugadas que hasta Dios llega tarde a rezar. Como ayer en Teodelina, cuando el diablo aprovechó la distracción y lo dejó solo, sin Emanuel, sin Alexis, sin Gerardo, sus amigos del alma, aquellos con quienes le gustaba jugar a ser pibe todavía. Aquellos que le hacían olvidar la sobre exigencia de ser crack, famoso, ídolo. Esa pesada mochila que tuvo que cargar tan precozmente. Dejar de ser Dieguito para ser Buonanotte. Aquellos que lo ayudaban a ser el Enano de siempre. Como lo reconoce su pueblo natal, que siempre lo quiso bien, más pichón silvestre que profesional. Bien gorrión. Que un día de manera inexorable voló a Nuñez. Allí, donde su zurda mágica fue creciendo de manera incesante.
Pero que siempre volvía al terruño, porque extraña sus olores, los vecinos, la familia, los potreros y cuantas cosas… ¿no? Los amigos, sobretodo los amigos. Por eso, aunque esa lluvia maldita haya humedecido sus alas y embalurdado su aleteo hacia el derrape fatal, los pibes lo van a entender, estén donde estén. ¿Y sabe qué? Tal vez resulte extemporánea la intimidad que voy a confesarle en esta hora trágica, pero desde algún lado lo tiene que ver, seguramente. Usted siempre me pareció un guapo. Mientras una parte del periodismo lo tildaba de quejoso y protestón, a mí me parecía que usted estaba en todo su derecho de protestar. Porque a los talentos parece que se les escatima el cuidado, que se los sobreestiman. Que a veces les endosan el desamparo, como si tuvieran que pagar peaje por correr con ventaja. Como si aquellos que tienen ese plus de calidad, no necesitaran que se los proteja. Fíjese la trampa que le tendió el destino. ¿De qué se van a disfrazar esos giles ahora? Mire, ahora, mientras vaya construyendo el cayo que lo cure, piel sobre piel, haga todo lo que el quore le pida.
Usted va a salir pibe, porque tiene un duende especial que lo va a ayudar. Ese pitufo que se le escapa en cada gesto y que cada chico futbolero admira. Si ayer, cuando pasaban las imágenes de su llegada a Aeroparque, un grupo de gallinitas de entre 7 y 13 años que me rodeaban, me pedían por favor ir hasta el sanatorio a verlo. A desearle suerte, a mimarlo todo lo que necesite. Igual que los que conocen su don de gente y el de su familia, saben de esa insoportable levedad de la condición humana, mucho más de lo que usted cree. Esa gente sencilla, entiende que hay enigmas indescifrables. Sinrazones infinitas y dolorosas. Ellos saben que el destino suele enloquecerse, de tanto en tanto, poniéndole pruebas de vida casi insuperables a los buenos.
Del mismo modo, se preguntan: ¿ Por qué será que los turros siempre tienen un as en la manga para zafar de tantas cagadas? Nada. Se saben el manual de la injusticia de memoria y por donde rajarle a la zancadilla que los quiere derribar. Vea, pibe, hay tantas cosas que no tienen explicación. Y ahora usted se verá obligado a crecer de golpe. A comprender muchas, pero muchas paradojas. A usted, que tantas veces lo jodían con su físico esmirriado, con su voz de nene. A usted que lo descalificaban por no tener polenta para jugar en primera. Ahora tiene por delante la “final del mundo”: el partido de su vida. Un tiempo para que se recupere de los magullones físicos, y otro que no tiene minutos, horas, ni días mensurables para cicatrizar las heridas del alma. La vida es dialéctica pura. Nunca nos prepara para las fuleras. Igual que el futbol, parece que siempre se camina sobre un lecho de rosas.
Fíjese qué cosa, si hacía horas nomás se hablaba de una oferta grandísima del Atlético Madrid. Y… ¡ zas! De repente, llueven cascotes. Se vino la más “fule” en serio. Oiga, Enano: ¡no afloje! Sepa que aunque se sienta solo, nunca lo va a estar. Los que ayer amanecimos con esta triste noticia, estamos para decirle que lo estamos acompañando. Que va a tener que llorar todo lo que le pida el desconsuelo, pero sepa que esas mismas lágrimas, asimismo, no van a permitir que se seque por dentro. Que se va a sentir tan quebrado internamente como su húmero o su clavícula, pero que usted es jugador de cabeza levantada, de pecho erguido y se va a tener que enderezar en honor a sus amigos más queridos. Que la culpa lo va a querer atrapar, una y mil veces, pero tanto Emanuel, Alexis y Gerardo van a estar diciéndole: “¡Vamos Enano, demostrá que sos un gigante adentro y afuera de la cancha!”. Además, acá está el pueblo de River para bancarlo.
Disculpe pibe que me haya metido tanto. Es que da tanta bronca que este caprichoso designio lo haya puesto en una encrucijada tan dura. Pero déjeme decirle una más, usted tiene carácter y gambeta para salir de esta, no me quedan dudas. Vamos, pibe. Este es el único partido que nos interesa que gane, el de Buonanotte hombre. Sus caños, sus tacos, su freno, sus goles pueden esperar eternamente. ¡Vamos Enano, no afloje!