Triunfo, apuros y Cristiano al rescate

Es fácil que público y crítica hayamos caído en una trampa. Cuando el Madrid golea le reprochamos el juego y cuando juega le exigimos más goles. Cansados de esperar la excelencia y obligados a la permanente comparación con el Barcelona, sólo practicamos el juicio severísimo, el casi todo o el casi nada. Y entonces concedemos más importancia a lo inservible que a lo útil. Que si el Madrid se diluye en las segundas partes, que si no remata los partidos...

No negaré la evidencia. El equipo tiene un problema de concentración que también pudiera ser físico. La prueba es que dejó abierto el partido contra el Zúrich, un rival menor, y el hecho es que no se alivió hasta el pitido final. Sin embargo también es de justicia valorar la primera parte y destacar algunas combinaciones prolongadas, primorosas si las hubiera firmado el Barça pero desesperantes cuando las protagoniza el Madrid. Conviene liberarse de ese prejuicio. No se puede ser directo y lo contrario, paciente e impaciente. También es posible jugar bien sin ser bajito.

Hay que admitir que, en el camino de encontrarse a sí mismo, el Madrid tiene buenos ratos que ayer fueron tramos estimables. Ayudó que Lass se alejara de Xabi y se inclinara más hacia la derecha. Favoreció el empuje de Sergio Ramos, anoche más liberado y feliz. También aportó la proximidad entre Kaká y Xabi. Hasta asistimos a una jugada en la que Arbeloa desdobló a Marcelo. Calculen.

Ruta.

Fue en esos minutos de inspiración cuando marcó el Madrid. Robó Lass, Kaká rescató con la izquierda y asistió con la diestra; Higuaín no perdonó. El gol dibujó la secuencia perfecta, el plan de ruta: quite, ingenio y definición.

A partir de entonces se concentraron las mejores ocasiones: un tiro durísimo de Xabi, una volea de Marcelo al palo y un remate de Higuaín tras exquisita cuchara de Raúl. De los suizos, ni rastro. Y pese a todo, parte del público se incomodaba: faltaba el segundo gol, el tercero y el cuarto.

La segunda parte fue para esperar a Cristiano y la ansiedad se mezcló con la flacidez que asalta al Madrid según pasan los minutos. De pronto, algo se desordena y los enemigos se activan.

Puede tratarse de un exceso de confianza o de un problema de fondo físico, pero lo cierto es que esa dispersión pone en riesgo la autoestima del grupo. Y tal vez Kaká sea el más afectado, pues se le tiene como el primer rescatador. Pero tampoco pequemos de severos en este caso: Kaká se aplica hasta la extenuación y su rendimiento crecerá al ritmo del grupo.

Atento Pellegrini al poder evocador de los números, Cristiano salió en el minuto 69 en sustitución de Raúl, lo que impidió distinguir los aplausos de uno y otro. Luego quedó claro. Con el público rendido, Cristiano repasó el catálogo de las genialidades como si quisiera quitarle el óxido: taconazos, rabonas, caracoleos y, ya más en serio, un derechazo que zumbó cerca de un poste. El tobillo, en su sitio.

Y aunque no hubo gol, hubo uy. El portero visitante, con un escaso sentido del espectáculo, evitó el tanto de Cristiano y su salida a hombros, Castellana abajo. Así es: sólo él acaba con los prejuicios.

Fuente: As.com

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Noticia enviada por: Cop

Noticia publicada: 26-11-2009

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