El Real Madrid gana 6-0

Los buenos equipos se distinguen por su capacidad para repartir minutos de gloria y rodear de nuevos héroes a los héroes oficiales. También se llama contagio positivo: si el balón se recibe con talento se devuelve como llegó. Se empieza por ser educado y se termina por ser figura. Y entre medias se recupera la confianza: quien no se atrevía lo intenta y quien se sentía de menos se siente de más. También se puede leer al revés y se entenderá al Zaragoza.

En sentido favorable, hablo de Van der Vaart. Pero podría hacerlo también de Marcelo, Arbeloa o Sergio Ramos, todos ellos sobresalientes en el partido de anoche. Su paso del papel secundario al principal es la prueba de que el Madrid ha encontrado su punto, su voz y su estilo.

Se trata de un descubrimiento espiritual y táctico. El equipo ya sabe a lo que juega y le gusta: es directo, rápido y seguro. El dibujo, ya queda claro, funciona con dos delanteros (uno debe ser Cristiano), mejora con un enganche y se eleva cuando los laterales llegan hasta el final del pasillo. Si tal cosa ocurre, lo demás es intercambiable: Diarra por Xabi, Garay por Pepe y Van der Vaart por Kaká.

Regreso a Van der Vaart. Su fabuloso estallido es mérito personal, por resistir, y del entrenador, por dejarse convencer. Su caso es un cuento con moraleja y nos hace creer en la justicia universal y en los finales con beso. Lo ponía en la medalla de judo que gané por apuntarme: persevera y vencerás.

Higuaín es de otra especie. Él necesita Pampa, no psicólogo. Es un trueno en un cuerpo que disimula. Suyo fue el primer gol, minuto dos: pase de Marcelo y remate que pareció sencillo pero que era perfecto. Desmarque, carrera y zurdazo. Y 22 recién cumplidos.

Buen juego.

Antes de proseguir con el relato de los goles, conviene señalar que estuvieron cosidos por fútbol bueno y constante. Cristiano colaboró acelerando la salida del balón y abriendo el juego por banda. Si se inquieta por no marcar, actuará como un meritorio. Es un futbolista demasiado grande para obsesionarse con los goles.

Si alguien se pregunta por el rival diré que de no ser por las patadas de Diogo (más feas que aguerridas), el Zaragoza hubiera pasado por el Bernabéu como un equipo invisible, intrascendente y vacuo. A esta hora todavía no se sabe cuál era su plan, si defender, atacar o morir ordenadamente. Se le recuerda un tiro a puerta (Lafita) y lo despejó Casillas en gatuna estirada.

La goleada se desató a partir del minuto 25. Van der Vaart anotó el segundo y el tercero al aprovechar dos asistencias irrechazables. La primera fue de Marcelo y la otra de Ramos resucitado. El cuarto fue, de nuevo, obra de Higuaín: medio sombrero de espaldas y media volea sin mirar. Resultado: golazo entero. El quinto lo consiguió Cristiano para aplacar al diablillo que le grita marca tú. Satisfecho el ego, la factura fue un prodigio: controló, recortó dos veces y la metió como si le rodearan alevines. Benzema culminó la media docena en los 23 minutos que le tocaron.

La reflexión para Navidad es que el Madrid está a dos puntos de la maravilla sideral. La otra conclusión es que el Zaragoza no vino.

Fuente: As.com

Noticia enviada por: Cop

Noticia publicada: 20-12-2009

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