Analisis del Gran Premio de Italia
Había que callar muchas bocas. Había que recobrar el brillo perdido. Había que despedazar a la mala suerte, hacerla añicos y darla una fuerte patada. Había que recordarle a más de uno quién es, Schumacher a parte, el que tiene más títulos mundiales en su palmarés. Había que apostar fuerte, darlo todo y exprimir mente, cuerpo y máquina. Había que apostarlo todo al rojo. Y el rojo ganó. Es hora de sentirse orgulloso. Así, sí.
Alonso ha vuelto
Este no parecía el mundial de Fernando Alonso. Vestido de rojo y tras una primera victoria indiscutible en la primera carrera del año, todo parecía indicar que esta temporada iba a estar dominada por victorias y victorias del asturiano. Pero la mala suerte, alguna que otra maniobra (o jugarreta) de la FIA y demasiados errores propios convirtieron lo que iba a parecer una fiesta roja en un desengaño relativo. El trompo en la primera vuelta de Australia, el error con el clima malayo y la rotura en las últimas vueltas, la arrancada adelantada de China, el crucial accidente en los libres de Mónaco, la desastrosa clasificatoria de Turquía, el adelantamiento ilegal a Kubica en Inglaterra, el accidente en Bélgica… Frente a estos errores ha habido otros grandes aciertos, pero el peso de los primeros era insostenible, casi insoportable. Los aficionados estaban perdiendo la paciencia. Por eso Monza era tan especial, tan crucial, tan importante. Alonso y la propia Ferrari habían reconocido semanas antes de la carrera que no podían perder más puntos ni cometer más errores. Pero esta vez sí: todo ha salido casi a pedir de boca. Faltó el doblete, pero una vez más Fernando Alonso y su equipo demostraron que son capaces de los mejor.
Mala salida: carrera agónica
Desde la clasificatoria estaba claro que no iba a ser una carrera fácil. Fernando salía primero, sí, pero detrás de él estaban Jenson Button y Felipe Massa. Si hubiera sido Mark Webber, con sus tradicionalmente lentas salidas, la arrancada habría sido menos complicada. Pero Button tenía muchas ganas de atacar y recortarle distancias a su compañero de equipo, aprovechando que éste estaba perdido en la quinta plaza. Y no hablemos de las ganas de Massa por demostrar algo. Así que, cuando los semáforos rojos se apagaron, el Ferrari de Alonso comenzó a perder terreno frente a un pelotón que se le echó encima. Fernando tuvo que cerrar la puerta firme pero legalmente, cambiando una sola vez de trayectoria, para llegar a la frenada con alguna opción. Pero no fue suficiente: Button le pasó como un avión. Y no sólo eso: Massa se emparejó con su compañero en un duelo apoteósico, precioso, que podría haber sido un desastre de haberse tocado frente a los miles de tifosi, pero que desembocó en una maniobra defensiva magnífica por parte del español. Alonso le mantuvo a raya recordándole quién manda en Maranello. Por detrás, Lewis Hamilton completaba un nefasto fin de semana tocándose con Massa y rompiendo la dirección de su McLaren. Si el año pasado abandonó aquí en las últimas vueltas, esta vez hizo lo propio (otra vez por error de pilotaje) a las primeras de cambio. Entonces la carrera se convirtió en un juego de ratón y gato entre Button y Alonso, con Massa incapaz de seguir su ritmo. El juego de las vueltas rápida demostró que ambos rodaban rápido con un ritmo similar: Jenson, primero, con el difusor dañado por un toque de Alonso; Fernando, segundo, quizá más rápido que el McLaren, pero no tanto como para adelantarlo en la pista. Y ahí es cuando entra en juego el equipo. Porque éste, no lo olvidemos (por muy equivocados que estén los profanos), es un deporte de equipo.
Juego en equipo
Alonso, Ferrari, Button y McLaren sabían que la carrera se iba a decidir en los boxes. Si ninguno de los pilotos cometía un error en la pista, la rapidez de los mecánicos y la estrategia de los ingenieros iban a determinar el podio. Y así pasaban las vueltas, sin que nadie se decidiera a ser el primero en cambiar los neumáticos. McLaren, al ver a Kubica ser más rápido tras montar los neumáticos primarios, quiso copiar la estrategia, y llamó a Jenson. "Era lógico y sensato", asegura Whitmarsh. "Pero Fernando simplemente fue capaz de mantenerse delante cuando salió de hacer su parada". Efectivamente, Fernando paró más tarde. Todo estaba perfectamente calculado: en los boxes sabían que la parada tenía que ser perfecta. No se podía malgastar ni una milésima. Y el esfuerzo mereció la pena: el Ferrari se incorporó a la pista en paralelo al McLaren. Entonces Alonso sabía que todo dependía de él: como si de otra arrancada se tratara, se defendió como pudo, cerrando todas las puertas, derrapando y arriesgando. Esta vez, sí. Esta vez se resarció de la primera vuelta. Él era primero. Ferrari era primera. Los tifosi eran primeros. El juego en equipo había funcionado.
El mundial está a cinco carreras
El mundial no está a una carrera. Sí, son veintiún puntos los que ahora separan a Fernando Alonso (tercero en el mundial) de Mark Webber (primero). Pero una carrera no son veinticinco puntos, pues los rivales también suman. Puede que Alonso vuelva a ganar, pero Button, Hamilton, Vettel… están ahí mismo. Y volverán a puntuar en Singapur. El mundial está a cinco carreras, que son las que quedan por disputarse. Y hay que volver a darlo todo en todas y cada una de ellas. Un mundial no se gana ni se pierde en una carrera, sino en todo el mundial. Por eso ahora, más que nunca, es crucial volver a evitar errores. En Ferrari tienen que pensar en las cinco carreras que restan como si todas fueran Monza, Italia: un lugar donde no se puede fallar.
Que os aproveche, ingleses
Habían pasado cuatro años. Desde aquel 10 de septiembre de 2006 ningún coche rojo había ganado en Monza. Demasiado tiempo tras una primera década del tercer milenio llena de triunfos. Ni Kimi Räikkönen ni Felipe Massa; tuvo que llegar Fernando Alonso para volver a desatar la pasión roja encendida en los corazones de los tifosi.
Precisamente en aquel fin de semana de 2006 en el que las gradas coreaban al gran Michael Schumacher en lo alto del podio, un joven Fernando Alonso regresaba andando a las instalaciones de la entonces azul Renault; había roto su motor en plena lucha por el mundial. ¿Quién iba a pensar que cuatro temporadas más tarde sería él, vestido de rojo, el que estaría ahí mismo en lo alto del podio, mientras Michael se conformaba con un noveno lugar? Hoy volvemos a soñar con que es posible un tercer título teñido de pasión. ¿Y por qué no? En los momentos difíciles es cuando se demuestra qué y quién funciona bien: estrategia, motores, mecánicas, electrónicas, mecánicos, ingenieros, pilotos y hasta el último cocinero. Ferrari sigue construyendo sueños a base de tradición. Anoche muchos soñaron con el mundial. Un bonito regalo para casa. Una elegante manera de darles un codazo en la boca a los impertinentes periodistas británicos, rabiosos como perros que les han robado un pedazo de hueso, que no dejan en paz al español en cada rueda de prensa, por mucha o poca razón que tengan, sin nada de educación, nula elegancia y más bien poca profesionalidad. Para ellos, para todos ellos, va dedicado este fin de semana: "pole position", vuelta rápida y victoria. Que os aproveche.